La hora de la verdad

Crees que tu marido te está siendo infiel? Tu novia ha tenido algo más que palabras con tu mejor amigo? Tu vecina lava más blanco que tú y quieres averiguar su secreto? Buscas a tu madre biológica? Quieres demostarle a alguien que no mientes? Si alguno de estos es tu caso, tu programa es La Hora de la Verdad. Pon un polígrafo en tu vida, unas pruebas de ADN o un detector vocal de mentiras y saldrás de ese pozo de dudas que te atormenta.
Admito que programas como éste son de la peor calaña, que deberían ser retirados de la pantalla a favor de una mejor salud mental. Sé que muchos de ellos están preparados para dejar al espectador asombrado y alimentar su sed de "desgracia ajena".
Pero en el caso de "La Hora de la Verdad" no me puedo resistir. Desde su estreno he visto pasar a parejas, padres, hijos, suegros etc, todos en busca de la verdad, de su verdad, la que ellos mismos se creen y la que algunos pretenden colar al polígrafo.
Si alguno de vosotros ha visto este programa o alguno por el estilo, sabreis que los presentadores adquieren esa apariencia de rigor y ciencia que tanta credibilidad les otorga (un traje de corte ejectuvivo y un buen moño se encargan de dar ese aspecto calculador que tanto gusta al personal). Muchas de las preguntas están cargadas de dobles lecturas revolcándose aún más en esa ambigüedad que mantiene el misterio hasta el final, en ese morbo enfermizo que tanto hace sufrir a sus protagonistas. Alicia Senovilla, con frases como: "El poligrafo no miente, las personas sí" deja clavado en su sillón a más de uno que se atreva a dudar de la veracidad de las pruebas. Pero más allá de eso, muchas veces me he preguntado si esa máquinita no podrá equivocarse alguna vez, mentir no, claro, las máquinas no mienten, esa sí que es una gran verdad, quizá la única gran verdad de todo ese circo.