COMIDAS SOLIDARIAS

Hace unos días hablaba con el Sr García de aquel año que trabajé en una fundación benéfica, no como voluntario sino como trabajador normal y corriente. Al Sr García le sorprendió que muchas de las reuniones que celebrábamos con representantes de otras ONG, fueran en los restaurantes más caros y sofisticados de Barcelona, cuando quizá, organizaciones de este tipo deberían mostrarse más humildes admisnitrando sus recursos. Esa misma sensación tenía yo cuando veía pasar cuentas casi tridimensionales de aquellas comidas en las que para que os hagais una idea, una botella de vino jamás costaba menos de 40 o 50 euros.
Lógicamente, cuando éramos nosotros los invitados también nos llevaban a los más selectos locales de la ciudad, como si aquellas reuniones de trabajo fueran además, competiciones gastronómicas.
También era visible en los trajes de muchos de estos directivos los logotipos y marcas de las firmas más prestigiosas de la moda, pero con un cierto toque juvenil, hippy o progre, intentando quizá demostrar que seguían fieles a su espíritu de ayuda a los necesitados. Una chapa con un mensaje anti-nuclear o con la imágen del Ché se encargaban de perfeccionar ese curioso estilo.
Entre tanto, se discutían nuevas campañas solidarias para conseguir más apadrinamientos, nuevas subvenciones, más socios, qué famoso fichar para que acudiera a una fiesta benéfica (cobrando?), qué imagenes podían enternecer más al espectador, cuáles podrían ser más polémicas etc, tal y como lo harán seguramente los directivos de algunas multinacionales de cualquier pais desarrollado, aquellos que han fomentado la explotación en los mismos paises donde estas organizaciones actuan.
Mucha gente afirma no colaborar con estas campañas porque el dinero recaudado no llega íntegro a sus destinatrios. Existe la creencia que por el camino se va perdiendo y es cierto que en muchos paises el soborno está a la orden del día, pero mi asistencia a esas reuniones de trabajo, me hicieron dudar si ya antes, en nuestra España solidaria ese capital comenzaba a desvanecerse entre estrategias de marketing y cenas de lujo.
Estar hablando de paises del tercer mundo o de otros colectivos en aquel ambiente, hacía que me invadiera un extraño complejo de culpabilidad y que como mínimo, en muchas ocasiones, se me quitara el apetito.